Amigos, amigas, hermanos, hermanas, señores, señoras, ciudadanos, ciudadanas, menores y menoras de edad, perros, gatos, ratas, camellos, ratones, cerdos, cerdas, narcotraficantes y prostitutas.
Llega la hora en que hay que hacer un punto. Poner un círculo, y pintar en su interior todo de negro, que se irá clareando en color según avance el tiempo, porque de momento es todo incierto. Es el momento de hacer un punto en el papel y levantar el boli. Puede que vuelve a caer sobre la hoja y seguir escribiendo, o puede que sea un punto y final. No lo se.
Se avecinan tormentas, y ante la que viene, que tiene pinta de ser gorda de cuidado, anuncio mi retiro. No espiritual, ni mucho menos. Si no forzado. No se si volveré o no. Supongo que si. Quién sabe. Os prometo que no me hago el interesante. Solo se eso, que la vida da muchas vueltas. No cerraré nunca, porque ya que he escrito todo lo que he escrito, que por lo menos permanezca en el tiempo.De volver algún día, si llega el momento, tardará.
Volver, volver... Lo bueno se hace esperar, y a veces ni siquiera llega. Y dado que me hundo en el pozo de la ruina, necesito tiempo para lo mío, que bastante es. Para que no os extrañéis ni echéis de menos mi enferma mente, sabed eso, que estoy "reparándome", como quien dice. Relamiendo mis heridas.
Me iré y dejaré esto abandonado a su suerte, pero con blog y sin blog, sigo siendo el Rey. Y el Rey, siempre, siempre vuelve a casa, ¿O no, Elvis? Quizás algun día, cuando menos lo esperéis, tendréis que meter las palomitas en el microondas de nuevo para poneros ciegos. O quizás dejen de funcionar todos los microondas del mundo. Sólo necesito acabar este tiempo de tormento y castigo divino de exámenes, y cuando eso pase, un poco para mi mismo. Poner en orden mi mente, que bastante perdida está, y descansar.
De momento, amigos, hasta luego. Y gracias por el pescado.
[Me levanté y me fui al baño. Antes de ducharme me
miré en el espejo. La misma cara me miraba como siempre. Con una irreverente
actitud de pensar qué estaba mirando. Necesitaba afeitarme. La cara de
vagabundo ya se me estaba quedando demasiado habituada. Un cambio de imagen.
¿Cortarme el pelo? Quien sabe. Necesitaba ser una persona diferente a la que
había sido este tiempo atrás. Cambiar un poco de vida incluso, podría decirse.
Si la vida fuese una foto, una postal, era hora de romperla en pedacitos y sacar
una nueva con la cámara para empezar otra vez.
Era hora de romper la foto que veía todos los días en
el mismo espejo de siempre. Ser otra persona. Pero no era fácil cambiar tanto
de la noche a la mañana. Después de mirar un rato, agaché la cabeza, mirando el
desagüe del grifo, posiblemente por donde se había ido mi vida en algún
momento, porque alguien la tiró por ahi, porque yo la dejé escapar, y cabizbajo
como estaba, intenté contener las lágrimas en los ojos. Y me fui a la ducha.
Posiblemente para camuflar mi llanto con más agua.
Y allí en la ducha dejé que cayese el agua sobre mi.
No me preocupaba llegar tarde. No me preocupaba ya nada en absoluto. Había
perdido la conciencia vital. Si el mal venía, que viniese de golpe. Que fuese
además un golpe de esos que te destrozan del todo y ya no te levantas. Agua que
no sabía si estaba caliente o fría. Podría estar congelándome vivo o me podía
estar abrasando la piel. No lo se. No sentía nada. Nada más que pena, nada más
que dolor...Había perdido la capacidad de odiar incluso. Solo era eso... algo
tan dentro de mi, que me impedía levantarme por las mañanas y ser persona. Solo
daño....
Y salí de la ducha como el hombre sin alma que era,
perdido y vadeando por la vida. Y volví al espejo. Tapado ahora por el vapor
del agua, que a fin de cuentas, debía estar caliente para empeñar el cristal. Y
con una mano lo limpié, arrepintiéndome al segundo mismo por haber dejado ese
hueco libre para volverme a ver. Y quise romperlo de un puñetazo. Pero no me
quedaban fuerzas... No tenía fuerzas ya... Me volví, maldiciendo mi persona,
apartándome de ese espejo horrible que reflejaba una imagen más horrible
todavía. Y miré por la ventana. Llovía. Bastante. Y se oía ruido en la calle.
Salií del baño de una puñetera vez. Del microclima que
había ahi dentro, y me fui al salón. Me senté en el sofá, desnudo todavía,
mirando a la televisión apagada. Tampoco tenía interés en verla. Y pensé que
qué clase de vida era esta....Mirando una televisión en negro, tirado desnudo en
el sofá sin nada que hacer, muerto por dentro...Y ya que muerto por dentro,
muerto por fuera. ¿Para qué? Me pregunté. Para qué seguir viviendo en la agonía
si solo había dolor...Colgarse no estaría mal. Rápdio, pero no lo suficiente.
Pero al menos no molestaría a nadie. Si me tiraba por la ventana podría romper
un coche o algo. Y me levanté, buscando algo para que me aguantase, de lo poco
que me aguantaría en la vida.
Así que me puse a buscar, intentando encontrar algo.
Pero la desesperación llegaba a sus límites. No había nada. Nada absolutamente
que sirviese. Y cuando más dura era el enfado por no poder hacer nada bien,
entre el ruido de la calle, que la tormenta debía ser dura, escuchó una risa.
¿Quién se podía reír en un día como ese? Oyó una risa por la ventana y se asomó
a ver. Claro, que, desde un 7º piso, poco se veia. Solo las calles inundadas.
Pero inundadas de verdad. Posiblemente el agua llegase al 4º piso de su
edificio. Coches flotando y coches hundiendose. La gente desesperada a la
deriva, flotando donde se podía agarrar. Lamentádonse y llorando por lo que
perdían y por no perder más que la vida en aquella fatal tormenta. Que nunca
paraba, porque seguía lloviendo como si el mundo se acabase.
Y en medio de aquella locura y de aquella destrucción,
una risa. Una risa de una muchacha. Una voz alegre que no paraba y se oía sobre
todas las demás. No paraba de reír. Y recordó, que una vez, hace tiempo, una
chica tenía un plan. Y sabía que era ella, porque su idea se hacía realidad.
Esa idea consistía en que lloviese mucho un día, que lloviese todo lo que tenía
que llover y que no volviese a caer una sola gota en todo el año. Tenía esa
disparatada idea en la cabeza, pero jamás pensó que se las ingeniaría para
llevarla a cabo. Pero lo había hecho, y era feliz. Nunca olvidaría esa risa.
Y supe que a pesar de
tanta destrucción, sólo me importaba su risa. Sólo era consciente de la
felicidad de aquella chica. Si aquella chica podía gritar de felicidad en medio
de todo ese caos, yo también podría sonreír en mi interior.
Pensé que ya no tendría
que preocuparme de mucho más en realidad, porque todo se iba al garete. Ni
coche, ni trabajo, ni nada. No tendría que preocuparme de llegar tarde a ningun
sitio hoy, porque total, era lo que me podía preocupar mínimamente y por lo que
ni siquiera reaccionaba hacía unos minutos. Y así, comencé a sonreir un poco.
Quizás por la alegría de aquella joven que reía con su idea, y aún así el mundo
seguía inundándose por momentos. Y yo lo miraba.
Miré esa piscina enorme que se amontonaba sobre el asfalto, bajo mis pies,
y no lo dudé. Era el momento de cortar con el hilo que me sujetaba. Saltar por
la ventana había dicho. Y asi haría. Saltar. Sumergirme en todo ese agua y que
me llevase la corriente. Empezar otra vez pero sin saber donde. Donde fuese.
Y a medida que el agua se acercaba a mi cara, sonreí otra vez, porque
mientras caía desnudo todavía, pensé que a lo mejor ahora tendría algo más de
suerte, aunque tuviera que empezar otra vez sin esa voz que reía, que me había hecho caer a lo más profundo del abismo.... ]
-Si.
Jugamos. Yo gano, mueres. Te vienes conmigo. Tu ganas, eliges. Vives o mueres.
Tu decisión.
El
hombre miró al río, impasible una vez más. Quizás pensaba en su vida. En la
apuesta que debía aceptar o rechazar. Cualquier cosa podría estar en su cabeza
en ese momento. Quizás pensaba que si aceptaba, podía elegir entre su perdición
o su salvación, a gusto del consumidor. Pero si rechazaba posiblemente todo
estaba perdido.
La
muerte, mientras tanto, esperaba impaciente, haciendo rechinar sus dientes
mugrientos, con la mirada conteniendo toda la rabia del mundo. Aún sabiendo que
a aquel hombre no le quedaban muchas opciones, seguía estando en tensión.
-¿Y
Qué? ¿Qué más condiciones tenemos?
-¿Cómo?
– preguntó la muerte desconcertada
-Si.
¿Cómo nos la jugamos?
-Eliges
tú.
-¿Un
ajedrez?
-Una
mierda. Después de la última la lié mucho. Nada de jugarse vidas en partidas de
ajedrez.
-Cartas
no, ¿no?
-¿Estás
de coña?
-¿Piedra,
papel o tijeras?
-Basta.
-Lo
siento.
Casi
cómicamente, ningún juego parecía lógico para jugarse una vida. Allí seguían
ambos ofreciendo ideas que a ninguno satisfacían. Y continuaban
interminablemente sin llegar a un acuerdo.
-¿Cara
o cruz?
-¿Cómo?
– Preungtó la muerte como si hubiese visto la luz
-A
cara o cruz. Nos la jugamos con una moneda.
-ME
parece razonable. Sencillo, fácil y sin trampas. Cara, yo gano. Cruz, la
victoria es tuya.
-Vale.
Acepto.
Y
aunque pudiese ser lo normal al aceptar un trato con la muerte, no salió sangre
de ningún sitio, ni risa maléfica, ni llamaradas. Al contrario, aquel señor con
traje incluso se puso nervioso. Porque sabía que podía perder. No había
estrategia posible.
El
señor tranquilo del río, se tomó un rato de reflexión, hasta que la muerte
interrumpió su encuentro con su mente para decirle:
-¿Tienes
una moneda? He salido de casa sin suelto….
-Toma.
– y le dio una moneda que podía significar su vida o su muerte.
-La
lanzo yo. Ya sabes los términos. No hay vuelta atrás – Y sonrió- ¿Nervioso?
-Al
contrario que tú, yo no tengo nada que perder. Si gano, puedo hacer lo que
quiera. Pero si pierdo ya estoy igual de perdido que al principio.
Y
antes de que pudiese seguir hablando, la muerte lanzó la moneda. Se elevó por
el aire, y no fue a cámara lenta. Subió y cayó antes de que pudieran parpadear.
Como si hasta la gravedad estuviese impaciente por saber el resultado. Y la muerte
recogió la moneda con sus manos. Mostró el resultado y la decepción y la ira se
mezclaron en su rostro, cuyos ojos parecía iban a estallar en cualquier
momento.
-Cruz.
Tú ganas…
La
muerte permaneció en silencio. El otro hombre también.
-¿Qué?
¿No vas a regodearte? ¿No celebras tu victoria sobre la muerte? – Dijo la
muerte, indignada.
-No.
Voy a seguir aquí. Mirando como el río pasa.
-¿Eso
es todo? ¿He perdido para que te quedes ahí sentado? – Gritó la muerte,
iracunda.
-Sí.
No sólo has perdido. Sino que he conseguido hacerte perder un valioso rato de
tu tiempo. Has estado aquí parado, sentado a mi lado intentando engañarme. No
has podido. He ganado. Tú has perdido mucho más de lo que yo tenía en juego.
Pero también yo quería engañarte. Confiaba en que pudieses ver lo que yo veo.
EN mirar ese rio y ver todo lo que hay en él. En ver la vida de verdad. No
quiero disfrutar la vida destruyéndome, ni saliendo a descubrir el mundo.
Prefiero el mundo que hay en este lugar. Este pequeño trozo de mundo para mi. Porque
en él hay más vida que en muchos otros lugares. Eso, todo lo que ahora ves, es
vida. Y tu, que tan obseso estás con acabar con todo, porque es tu deber, no
has podido verlo. Ahora has perdido. Fuera de aquí. No puedes llevarte nada. No
tienes nada que hacer.
La
muerte se levantó despacio, intentando no resoplar de ira. La sangre, si es que
tenía, le debía estar hirviendo. Sus ojos solo reflejaban odio.
-¿Has
ganado? ¿Eso crees? No puedes escaparte. Hoy has perdido. Pero llegará un día
que no sea caritativo y me pase a verte antes de tiempo. Llegará tu hora,
porque todos morís. A todos os llega el momento. Y cuando te llegue no habrá
apuestas posibles. No tendrás oportunidades. Y morirás, y te vendrás conmigo. Y
te enseñaré mi poder, como aplastarte y hacerte sufrir. No te vas a librar.
Porque volveré a por ti. Cualquiera de estos días.
Dijo,
orgulloso de su amenaza, y se dio la vuelta, esperando haber aterrado a su
presa.
-Vuelve
cuando quieras. Yo seguiré aquí. Sentado. Si avisas antes, te prepararé algo de
merendar. Buena suerte con la vuelta a casa, perdedor.
El
hombre sonrió, y siguió allí, tranquilo. La muerte, por su parte, gritó de
rabia, y siguió andando por el mismo camino por el que había venido....]
Y sabéis de esos días raros, raros de cuidao, que hace un Sol que te cagas. Un día soleado, con un calor destructor, que no te apetece hacer nada, y te da por pensar. Y piensas, lo cual es un error.
PENSAR ES SIEMPRE UN ERROR
Y miro por la ventana pensando en la solana que hace, lo bonito que es el día y la mierda que es para mi. Porque ese Sol que resplandece en lo alto, que alumbra e ilumina nuestras vidas, a mi solo me quema la piel, me hace daño, me abrasa. Me da dolor de cabeza de tanto pensar.
Y en ese Sol sobre el cielo busco una luz, mi luz, en todos esos rayos, esperando que alguno venga y me golpee sin dañarme. Pero cada uno es peor que el anterior. Y allí sigo mirando por la ventana, mientras mis lágrimas se secan con el calor, como si fuesen de piedra, como si no sintiese más que dolor.
Lo bien que se viviría en una noche tranquila, con la brisa golpeando en la cara con delicadeza, oculto, bailando bajo la luz de la luna. Pero no.
Las noches de bailar con la luna llena, de aullar, se han acabado. Se acabaron hace tiempo. El mismo día que el Sol salió para brillar más que nunca y no volver a irse jamás. El mismo día que el Sol decidió reírse de mi mientras me quemaba la piel sin compasion, y yo le mirabas cara a cara desafiante, pensando que ni él ni nadie me podían hacer daño sin ver que estaba ardiendo, y que de tanto mirarlo, me estaba quedando ciego. Y no vi que perdía todo lo que tenía.
Y así, ciego como estaba, sin ver nada de mi alrededor, me quede con las manos vacías y quemadas, y el Sol se rió más alto que nunca cuando a ciegas me arrastraba por la oscuridad. Buscando una mano que me ayudase, un apoyo en ese lado oscuro, alguien que me arrastrase y me dijese que estaba ahí para mi.
Que me agarrase para no perderme del todo, sin importar el hoy, el ayer o el mañana porque todo empezaba en ese momento que me quedé ciego. Ciego de Palomitas. Y todo el futuro era el pasado y el pasado no existía más, porque sólo habia oscuridad. Ven, y sálvame de la oscuridad, decia, por favor.
.
Y alguien, me arrastró, en su momento, fuera de la oscuridad. Pero seguía sin ver. Y no supe quien era. Pude recordar su olor, su voz, sus caricias en algun momento. Pero las he olvidado. Sólo se que lo hizo, y no se lo pude agradecer más. La oscuridad podría haberme destruido, haberme perdido por ahí, pero no lo consiguió. Y esa mano, quien fuese, me sacó de allí.
Y me vi quemado, esperando de nuevo en ese día soleado. Con los ojos ciegos de tanto mirar al Sol y pensar que era alguien cuando no era nadie.
Así que allí estaba perdido en ese día soleado. Cazando las nubes que se dispersaban por el cielo intentando tapar el Sol a ciegas, intentando que empezase a llover, pero no lo conseguía.Y me sentía solo, sin ayuda para parar ese tormento solar que me hacñia daño en las quemaduras. Hasta que por fin se puso a llover. Al principio cayeron cuatro gotas, que me aliviaron las heridas. Y poco a poco, según se nublaba, empezó a llover más. Llovió mucho más sobre mi.
Y vi que aunque el día estuviese entre nublado y soleado, seguía lloviendo. Sin parar. Y disfruté de la lluvia. Me puse las gafas de Sol para que no me hiciesen más daño en los ojos. Me limpié el agua de la cara,que de nada sirvió porque seguía empapado, y eché a andar, pensando otra vez, porque me da por pensar, que quizás la lluvia no sea tan mala, y el mismo agua que me apaga las heridas sea el que me renueva por dentro dandome vida. Porque al fin y al cabo, los días de lluvia, no son tan malos...
Y calado como estaba, riendome, volví a vivir, porque siempre, siempre, aunque te queme el Sol, aunque te quedes ciego, aunque no puedas caminar por las heridas, la calma llega después de la tormenta, y te puedes levantar, maletrecho, y empezar a andar. Porque nadie, ni nada, te puede parar.
Pero aún así, pensar en mis heridas, porque soy igual de terco que siempre, y si veo una puerta roja, la quiero pintada de negro, porque tengo la cabeza preparada para resistir todo tipo de contraindicaciones. Así que, por mi heridas, por mis tonterías, tener un poco de compasión por Bruno Diaz...
..---------------..
La vida cambia después de muchas copas, después de las experiencias cercanas a la muerte, y después de que tu profesor, hablando de la desaparición misteriosa de objetos en la facultad, justificandolo con la crisis, los malos tiempos que corren, diga que, Paloma, a robar carteras....
Si es que ya ni enseñando en la universidad te libras. A robar carteras, se ha dicho...Triste es pedir.