sábado, 2 de febrero de 2013

Cómo seguir vivo después de caer por un precipicio repetidas veces



Deshi Basara, Basara! Deshi Basara, Basara!

Las tinieblas me rodeaban. Sumido en la miseria. Miraba el Sol cada mañana y cada vez le veía brillar menos. Rezaba porque apareciera alguien y me liberara. Y me llevará... Lejos...


Deshi Basara, Basara! Deshi Basara, Basara!


Y nadie venía. Cuánto más esperaba, más eterno se hacía el tiempo, más me hundía. Me iba quedando ciego de tanto mirar el Sol, y su luz, paradójicamente, se me iba olvidando. Vagaba como una rata en las sombras. Sin saber qué hacer, dónde ir, buscando una respuesta a una pregunta que ni siquiera me había planteado. Porque empezaba a olvidar qué era ser feliz. Qué era sonreír. Qué era la vida

Deshi Basara, Basara! Deshi Basara, Basara!

Llegaba el momento en que olvidaba mis más bellos recuerdos y mi historia se convertía en un borrón que nada significaba ya. Olvidaba quién era. La última vez que me vi a mi mismo fue hace mucho tiempo, mirándome a un espejo, y viendo un extraño. Era yo, pero algo no era correcto. Algo faltaba. Me deshacía por dentro, y lo notaba. Nadie se daba cuenta, me veían entero. Sólo yo me veía perdiendome en las tinieblas. Estaba muerto. Pero llevaba así bastante. Muerto.

Deshi Basara, Basara! Deshi Basara, Basara!

Yo, hecho tormenta. Yo, en medio de la tempestad. Yo, barco en medio de la nada abandonado a mi suerte. Abandonado al olvido. Perdido. Dejado de la mano de todo cuánto alguna vez creí, de todo lo que alguna vez pudo hacerme feliz, vacío. Y todo empezaba a desvanenecerse. No había nada bueno. Sólo dolor y pesadumbre. Envuelto en la desesperación de no poder salir de un laberinto de oscuridad.

DESHI BASARA, BASARA! DESHI BASARA, BASARA!

Y cada vez que intentaba salir, levantar la cabeza y volver a ver la luz, me hundía más. Caía más bajo. Y desistí. Me resigné a conservar mi felicidad lo poco que pudiese durar. Hasta que un día, no la encontré en mi rincón de oscuridad.
Y me rendí...

....

Ese día que todo se volvió negro, el bien perdió, y venció el mal. Caí rendido, agotado de tanto luchar. Me desvanecí, derrotado. Recuerdo dejar de ver el mundo y caer. Pero recuerdo que al despertar, cuando yacía boca arriba... Había luz. Volví a ver la luz.

DESHI BASARA, BASARA! DESHI BASARA, BASARA!

Allí estaba, mirándome, en mitad de la locura, de la desesperación, abriendo camino entre la oscuridad, calmando el caos. Calmando la tormenta. Calmando todo. Fue un rayo de esperanza en medio de la nada, entrando de golpe entre todo lo que había desaparecido. Haciéndome sonreír otra vez...

Haciéndome renacer...

DESHI BASARA! BASARA! DESHI BASARA! BASARA!

Volver a sentir la vida con ese rayo de alegría que te golpea en la cara cuando no te lo esperas. Cuando ni siquiera lo buscas, aparece ella. Un sólo rayo, que vuelve a construirte desde las cenizas, cuando ya has ardido en el infierno. Un rayo que te hace recordar que has perdido todo buen recuerdo, pero que te hace ver que ni todos juntos podrían ser mejor que ella. Esa felicidad que te vuelve a llamar, y que la abrazas. La abrazas un día para no soltarla jamás...



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Os preguntaréis ahora por el título de la entrada, después de este apogeo místico-biográfico. "Cómo seguir vivo después de caer por un precipicio repetidas veces". Curioso, ¿no? Si esperais una crítica o algo, fuera. Hoy no toca. Más que nada porque no he visto ninguna película recientemente que merezca ser asesinada y torturada vilmente. Así que, dado que estoy estudiando Entrevista Clínica, o "Autoayuda para médicos y pacientes", según podría definirse como concepto para ser mejor persona, me voy a dedicar a eso. A Autoayudaros. 



Me vais a permitir autoayudaros con un ejemplo recurrente, que seguramente nadie se ha percatado nunca. ¿Antonio Flores? No, por Dios, ese no aportó nada nunca a nadie. Ni siquiera a él mismo. ¿Quién es capaz de caerse por un precipicio repetidas veces y sobrevivir? Batman. No. ¿Superman? No. ¿...La Rana Gustavo? TAMPOCO.


Amigos, Willie E. Coyote. Un personaje legendaria, MITOLÓGICO casi diría yo. Pero, ¿qué era eso que le pasaba al Coyote? Pues que estaba como loco por cogerse al Correcaminos. En mi opinión, era deseo sexual puro y duro. Era rollo acosador, el típico violador del ascensor. Pero en versión perruna. Sólo impulsos sexuales, lascivia, lujuria... Estaba desenfrenado. Desbocado, el cabrón.

Véis, esa lengua deseosa, ansiosa por catar carne...


Pero al margen de si era deseo sexual, racismo o aburrimiento lo que sentía el Coyote, nunca se rendía. Podía caer de un precipicio repetidas veces, golpearse, explotarse cohetes encima, rozar la muerte, coquetear con la línea delgada que separa la línea de la muerte, pero no paraba. Porque tenía un motivo para vivir, para seguir adelante. Un motivo que era ese impulso infrenable, imparable, que le hacía despertarse cada mañana. Y volver a caer. Volver a tropezar. Porque el ser humano no es el único que se lleva por delante dos veces la misma piedra.



Día y noche, lo intentaba, y aunque nunca lo conseguía y cada vez se le complicaba más, seguía en lo suyo. Ya me diréis amigos, si no es más bonito todo cuando se complica un poco, y tienes que sobreponerte a esas dificultades para seguir adelante. Para seguir viviendo en un cuento ideal. Como el Coyote, que por mucho que no lo consiguiera, seguía intentando escribir el final perfecto de su historia donde llegaba hasta el Correcaminos. ¿No hay que rendirse, tirar la toalla, cuando ya no se puede hacer nada? No. Siempre se puede hacer, siempre se tiene que tirar adelante, y agarrar bien la toalla para secarte el sudor de la frente del esfuerzo que deberás hacer para ser feliz. 




Porque siempre, siempre hay alguna barrera, alguna dificultad, siempre hay que sufrir. Pero sufriendo, la vida sabe mejor. Y si sufrimos, es porque merece la pena, y si hay barreras, dificultades, es para superarlas. Porque también merece la pena. Todo merece la pena, como dije en su día en este mismo blog, si es por amor. Merece la pierna, que dirían grandes pensadores. 


El Coyote estuvo años con su leitmotiv de vida, intentando dar caza a ese pobre pájaro azul, hasta que lo consiguió. Luego no le fue bien, perdió el rumbo. Pobre... 

Nunca acabéis vendiendo Biblias...


Pero la cosa, supongo que habéis entendido, no es conocer la vida y obra de Willie E. Coyote. Creo. A lo mejor sí que lo es, y soy yo el que está equivocado. En un principio no lo era. En un principio era tomar como referencia al Coyote y hacer lo mismo que él, no literalmente. No dediquéis vuestra vida a cazar un pájaro y matarlo, comerlo o qué se yo, violar su cadaver. No. Dedicaros a buscar un pájaro si queréis, pero que sea un pájaro precioso. Un ave magnífica, con unas plumas inequívocas e inigualables. Un ave envidiable, como nunca hubo otra igual.

Jugándose la vida en cada actuación...


Encontrar un motivo para seguir adelante y levantaros cada mañana, como hacía el Coyote con su furtiva caza. Levantaros y pensar en eso que os hace sonreír cada mañana con los primeros rayos del Sol, en vuestro caso. En el mío cuando enciendo la puta lámpara, porque desconozco lo que es la luz natural que Dios nos dio en mi cuarto. Encontrar es historia, ese cuento que escribir hasta el final para darle un final feliz, y si no queréis escribir el final, limitaros a escribir una pentalogía, o una saga interminable, pero no paréis de hacerlo.

Yo ya lo he encontrado. Mi historia, mi saga sin fin, porque no me da la gana escribir ningún final esta vez por alegre o triste que sea, mi razón de seguir adelante, para superar obstáculos, barreras, dificultades, distancias, tiburones, dragones, mazmorras y pirañacondas. Y ahora, como el Coyote, sólo queda darle duro para que el objetivo, el sueño, siga siempre con nosotros, y nunca nos rindamos ni lo demos por perdido. Sólo tenéis que encontrarlo. Digo vosotros, porque Yo ya he encontrado cuanto buscaba en este mundo. 






Después de esta entrada pastelosa e inmisericorde, reflexiva, autoayuda y vomitosa, os prometo tralla de la buena para la próxima semana. En un principio, el gran artículo "Por qué Dios nos dio la polla a los hombres", que explicará diversas cuestiones sobre la existencia humana y sobre todo, sobre su decadencia. 


Hasta más ver, hormiguillas del inframundo.

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